lunes, 20 de junio de 2011

UN VIAJE ENTRE LO DIVINO Y LO HUMANO

Un ramo divain.


El viaje más inesperado que nos regala la vida no es precisamente el más dulce. Se trata de un regalo envenenado, pensamos en un principio. Un regalo maldito, doloroso, insufrible y que nunca sabes porqué ha empezado ni cuando va a finalizar. Tardamos mucho tiempo en darnos cuenta de que puede llegar a ser, a pesar de todo, el más enriquecedor de nuestras vidas. Todo dependerá única y exclusivamente de nosotros mismos.


Un día de pronto te miras al espejo y no te reconoces. Independientemente de la edad que se calce, ese día tus ojos están apagados, tu piel ha perdido brillo, te ves más canas que nunca, las primeras arrugas,... Pero lo que más te aterroriza es no ver aparecer ni una mínima sonrisa. Dicen que esto ocurre cuando la tristeza anida en tu corazón.


En este viaje no te embarcas tras abonar el pertinente ticket. Es más bien uno de esos boletos que te toca en una rifa. Pum, de pronto tú has sido el afortunado. Da lo mismo que no quieras subirte a ese tren, da lo mismo que tengas muchas cosas que hacer. Tus deseos no se tienen en cuenta. Y este regalito lo recibes en cualquier lugar: tu casa, tomando un café mientras miras al mar, comprando unos zapatos, al acostarte, al levantarte, de vacaciones, en el trabajo, en el paro, solo, rodeado de gente, incluso riendo, viendo una película, afeitándote, en la ducha, paseando, hablando con alguien...


Sólo entonces te das cuenta. No viene envuelto en un papel bonito, no te lo entrega ningún mensajero, ni siquiera tiene una presencia física. Lo percibes simplemente como una sensación. Una intuición de que algo te está pasando, no sabes qué, pero lo presientes. Miras y miras a tu alrededor buscando alguna pista, pero nada. Según pasan los días te das cuenta de que esa laxitud te invade. Vas entrando poco a poco en un estado de letargo mental y emocional. Nada te distrae, estás disperso y navegas entre cientos de abstracciones. Eres consciente de que no es normal que todo te dé igual, que nada te haga reír, que las ilusiones se evaporen. Piensas en un principio que puede ser el cambio del tiempo, que la falta de sueño es la culpable, que estas bajo de defensas. A ti la depre no te dura más de tres días, tú eres una persona optimista y no es normal sentir como te sientes.


La familia y los amigos te preguntan qué tal estás, y no tienes fuerza para decir la verdad. Mientes y dices "bien". Empiezas a creer que todo el mundo al mirarte sabe que estás perdido. Para disimular, decides que no te vas a quedar con los brazos cruzados y que si te mantienes activo, pasará. Crees que con una agenda apretada, tu mente no se detendrá para pensar en lo que no quieres pensar. Sales más que nunca, una copa de más te da la alegría que te falta; echar más horas en el trabajo es tu mejor salida; decides que es mejor volar lejos y desconectar; otros queman la tarjeta de crédito, hay quienes visitan a un vidente... Cada uno se aferra a lo que considera su llave de salvación.


Pasa el tiempo y por mucho que has intentado dar esquinazo a la tristeza, no lo consigues. Aprendes que en este viaje la soledad, la tristeza y la ansiedad siempre encuentran un hueco en la maleta. Y llega el día en que tienes que detenerte. Mirarte de nuevo al espejo, ante ese rostro que no reconoces, y decir: "Tú ganas. Me querías aquí y aquí estoy. Hablemos con el lenguaje del corazón y tal vez así arreglemos el cortocircuito mental en el que me encuentro". Es cuando uno se da cuenta de que necesita ayuda y lo más difícil precisamente es eso, pedir ayuda. Reconocer que uno no es tan valiente, tan independiente, tan autosuficiente como uno pensaba. Eres consciente de tu vulnerabilidad. Eres consciente de tus miedos. Y uno de tus grandes miedos es decepcionar a los que te quieren, no poder seguir cuidando de ellos porque ya no te quedan fuerzas. Quieres salir de ahí, solucionar todo, volver a ser el que eras, y no sabes cómo. Entonces la tristeza se transforma en ansiedad. Lo peor.


Llegan las noches de insomnio, donde por mucho que mandes callar a tu mente los pensamientos se entremezclan y viajan a gran velocidad. Llega el desorden, la dejadez, el dejar para mañana lo que puedes hacer hoy, el tumbarte mirando al techo como si el gotelé escondiera el secreto de tu malestar, o acurrucarte como un niño esperando que una mano te alcance y te salve. De esta callada manera inicias el viaje a tu yo más íntimo, a tu subconsciente, a tu corazón. El destino es encontrarte a ti mismo y el lugar que ocupas realmente en este loco e individualista mundo.


Pero si apenas te quedan fuerzas para enfrentarte a ti mismo y tus miedos, mucho menos para hacerlo frente al mundo. Vivimos en una sociedad donde todavía el reconocer que se tienen problemas es símbolo de fracaso. En una sociedad que está acostumbrada a guardar las miserias de cada uno debajo de la alfombra, que mira para otro lado cuando uno tiene la valentía de gritar: "Estoy sufriendo, estoy fatallll". Una sociedad en la que todavía está mal visto reconocer que uno sigue una terapia, que visita al psicólogo. Se habla libremente y casi presumiendo de cuántos tranquimacines, lexatines, orfidales... tomamos diariamente, pero no del por qué los tomamos, del origen. Cuántas veces hemos escuchado a alguien decir de otro: "Pobre, qué pena. Desde que está deprimido está rarísimo. Es que no pone de su parte. No es para tanto, todos tenemos problemas", por ejemplo.


Todo se hace cuesta arriba. Es como cuando vas pedaleando en la bici y te encuentras en una empinada calle y sientes que las piernas te flaquean. Lo intentas, respiras hondo y vuelves a intentarlo, pero no. Un sudor frío recorre tu espalda y el aire te quema la garganta y los pulmones. Es afixiante. Decides bajarte de la bici y tirarla al borde del camino. Lo lógico sería parar, sentarte un rato, recuperar fuerzas y volver a intentarlo. Pero no. No te quedan fuerzas. En realidad sí estás cargado de energía, pero ésta se encuentra tan desperdigada, desestructurada, que no la reconoces.


Durante este interminable viaje, descubres aspectos de ti que te paralizan. Te preguntas una y otra vez por hechos del pasado, intentas buscar las respuestas a las preguntas que se quedaron colgadas en el aire, repasas todos y cada uno de los detalles vividos. Cuestionas decisiones tomadas. Si no tienes cuidado comienzas a culpabilizarte por todo. Tus ojos se ciegan y no distingues las obsesiones de los pequeños errores. Todo se magnifica como si estuvieras en un Gran Hermano. Haces un repaso de tu vida. Viajas por las amistades perdidas, por la transformación que has sufrido a lo largo de los años, por tus logros profesionales, por los hombres/mujeres que amaste y se marcharon, por los que no pudiste conseguir, por los que ni siquiera te miraron. Y de pronto todos tus pensamientos o frases empiezan con un "Y si...". De nada sirven las excusas, los posibles caminos que pudimos tomar y no tomamos. La realidad es que has llegado hasta aquí y no hay vuelta atrás. Nada se puede cambiar del pasado, pero sí del futuro. Ha llegado la hora de tomar duras decisiones. De romper con aquellos o aquello que no nos hace feliz. Hay que aprender a decir "No. Basta", y no sentirse culpable por ello.


Esta parada es la más desagradable y dolorosa, a pesar de que creías haber tocado fondo, compruebas que "si queda algo peor por pasar, pasará". Es cuando empiezas a mirarte desde lejos, con cierta objetividad, te ves como si fueras un títere en un pequeño teatro y hablas contigo mismo. Te observas y reconoces muchos defectos. No te gusta. Sí, acabas de descubrir que eres una persona egoísta, vanidosa, orgullosa, insegura, no tan perfecta como imaginabas ser... ¿Y qué? Es ahora cuando hay que recordar que siempre hay dos caras, que existe un yin y un yan, un ángel y un demonio, dentro de cada uno de nosotros. Somos imperfectos. No importa. Eso es lo que nos hace únicos e irrepetibles.


Lo importante es aceptarnos como somos. Intentar mejorar lo que se puede mejorar, pero siempre pensando en nuestra felicidad no exclusivamente en la de los demás. Cambiar para ser más felices y así lograr que los demás sen también felices. No hace falta competir con nadie, ni compararse con los demás (descubrirás con el tiempo que lo que hoy tu estás viviendo, otros también lo han vivido, pero no lo cuentan). Nadie es perfecto, todos estamos llenos de imperfecciones. Así de simple. Una vez asimilado todo esto, que no es fácil, se emprende la parte más dulce de este viaje.


Estas perdiendo tus miedos. Eres capaz de expresar tus sentimientos, tus preocupaciones, tus dudas y tus miedos a los demás. Es gratificante comprobar que tienes amigos/hermanos del alma donde menos esperabas. Sí, es cierto que a otros los has perdido o te han decepcionado, pero con el tiempo no los echarás de menos. Tu trabajo es importante, pero no más que ir a una exposición o a una cena con tu gente. Los años pasan, tal vez no se han cumplido todos tus sueños, pero haz memoria, seguro que has vivido cosas imborrables. Tal vez hayas renunciado a cosas verdaderamente importantes, pero habrás conseguido otras que nunca habías imaginado. Y lo más importante, todo esto te está sirviendo a abrir más tu mente, a no obstinarte en absurdos, a ser más tolerante, a saber escuchar tanto a ti mismo como a los demás, a aceptar de una vez por todas que con una mirada no te tienen porqué entender o saber lo que te pasa. Has comprobado que las cosas nunca son lo que parecen. Mírate tú, pensabas que nunca te ibas a encontrar en una situación como la que estás viviendo, pero lo estás. Sin embargo, tú mismo poco a poco, sincerándote con tu yo más íntimo, sin mentiras ni excusas, has descubierto que puedes seguir haciendo camino. Y resulta, que empiezas a gustarte.


Sí, puede que los miedos no terminen de desaparecer, pero eso nos hace más grandes. Eso nos recuerda que no podemos olvidar este viaje así sin más. Que la vida nos ha traído hasta aquí por algo. Para que nos adentremos por fin en la edad adulta. Porque todo esto no es más que un viaje a la madurez, una despedida de la juventud y una bienvenida a la persona que a partir de ahora nos acompañará en nuestros futuros viajes. Y eso nos cuesta mucho. Se trata de aceptarnos en lo que nos hemos convertido. A lo mejor no se parece a lo que un día nos imaginamos que llegaríamos a ser, pero no todo lo que llevamos con nosotros es malo. Si has conseguido volverte más vulnerable y no tener miedo a que los demás te puedan herir. Si te has convertido en un crédulo y sigues llorando con las cosas más estúpidas de la vida como una mariquita. Si te ríes una vez al día. Si levantas un teléfono y alguien te contesta. Si dices ven y alguien lo deja todo por ir junto a ti a darte una abrazo. Si a pesar de que tu cama sea demasiado ancha, puedes dormir sin pastillas. Si mirar al pasado no te hace daño, sino sonreír y acordarte de todo lo bueno que has vivido. Si te siguen sorprendiendo tus reacciones. Si has llegado hasta aquí, casi has alcanzado el final del trayecto. Ahora se trata simplemente de vivir, aunque todavía nos queden lágrimas que derramar. Aunque los que nos rodean tengan problemas, aunque el dinero siga siendo una cortapisa a tus ilusiones, aunque no hayas encontrado a tu media naranja, aunque en el trabajo no te respeten, aunque, aunque, aunque... Alegrate. Estás vivo. Eso ya es motivo para mirarte al espejo y sonreír. Y recuerda, si alguna vez necesitas ayuda, aquí estamos. A cambio de nada, bueno sí, a cambio de que nos dejes seguir queriéndote como te queremos.


No tengo grandes cosas, pero sí buenos amig@s. Esto va dedicado especialmente a alguien que es divina. A alguien que cuando te abraza te hace sentir querido. Un beso muy muy grande y perdona si las palabras no son suficiente, pero que sepas que detrás de cada palabra estamos nosotros, otros corazones que al igual que tú, también han podido hacer este viaje.



Un beso.


Etiquetas:

6 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Me emociono y una lagramilla asoma mientras sonrío porque me alegra leerte tan bien.
Ya sabes dónde estamos el Zenet y yo para que duermas de tirón. Llama cuándo quieras.

MUAAAAAA

21 de junio de 2011, 1:51  
Blogger partyinthebagpack ha dicho...

Mil gracias. Estos ánimos son para otra persona en estos momentos, seguro que los recibe con el mismo amor. POR FAVOR DEJAR VUESTRO NOMBRE PARA PODER RECONOCEROS. BESOS

21 de junio de 2011, 3:48  
Anonymous Anónimo ha dicho...

.
Perdón, se me olvidó...un beso...sin nombre.

21 de junio de 2011, 4:28  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Si nos fijamos bien, siempre podremos ver el farolillo que, aunque viejo y agrietado por el paso del tiempo, nos ofrece su cálida y serena luz. Y, de paso, logra que los amaneceres parezcan maravillosos de nuevo...y nos hace comprender que nunca dejaron de eserlo. (Y preciosa la foto, que no lo había dicho)...Un beso. sin nombre...

24 de junio de 2011, 5:14  
Blogger partyinthebagpack ha dicho...

Alguien que prefiere quedar en el anonimato me ha hecho llegar este mensaje:

Ayyy Mar...te escribo pero no veo, porque las lagrimas no me lo permiten.
Perdona por no haberte leído antes, tonta de mi, que me lo he perdido hasta ahora..no sé como agradecerte este texto que me parece increíblemente bonito, y duro...pero no te imaginas lo que me identifico con TODO...solo tú puedes expresarlo tan bien...ay Mar, como te quiero!! no puedo dejar de llorar...GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS DE TODO CORAZON!!!

enviare tu texto a mis amistades mas cercanas, les ayudara a entenderme tambien

7 de julio de 2011, 4:31  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Y, yo, te hago llegar mis mejores "deseos" y .... UB.

8 de julio de 2011, 3:07  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio