miércoles, 6 de julio de 2011

UN VIAJE CON LOS MALUCOS

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Carlos Chamorro, el duende de la danza.


Los viajes no hay que intentar comprenderlos, tan sólo vivirlos. Dejarse llevar, querer ser arrastrado cada segundo, cada instante, por el devenir de los hechos. A veces uno necesita no hacer planes, simplemente seguir la voz de un amigo y no pensar: "Vente", e ir. Esto es lo que me ocurrió en uno de esos parones que todo freelance conoce bien. Acababa de terminar un proyecto, estaba realmente harta, cansada y con ganas de desconectar, de largarme lejos. Pero faltaba un mes para volver a coger la mochila y perderme en el desierto. Era febrero y Madrid me empezaba a angustiar. De pronto sonó el teléfono y al otro lado escuché la voz de Carlos: " ¿Qué vas a hacer en Madrid? ¿Por qué no te vienes a Barna? No te hagas de rogar, vente mañana. Estamos en dos pisos de Las Ramblas, hay sitio de sobra. Estamos todos, vente. Te espero", y colgó sin más.


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"Malucos Flamenco" es uno de los espectáculos de la Compañía Malucos danza.


No lo pensé. Al día siguiente, estaba en Barna. Según empecé a hacer la maleta fui consciente. Atrás quedaban las formalidades, la reglas inamovibles, los horarios establecidos, el guardar las formas, el sentido del ridículo, la vergüenza, los colores tristes... La vida encorsetada. Según pisé el aeropuerto del Prat respiré profundo y también fui consciente. Olía a mar, olía como huele cuando uno se sabe libre. Cuando durante un tiempo no tendrá que dar explicaciones a nadie. Se abría una nueva puerta donde iniciar un viaje sin mirar atrás. La cara se relajó y una sonrisa se instaló en mi rostro. Una sonrisa que no desapareció hasta que tuve que despertar a la realidad... y regresar.


Cuando uno flota al andar; cuando no deja de sonreír a todos aquellos que se cruza por la calle; cuando te entretienes con las miradas en el metro o en el bus sin ningún pudor, cuando uno canta o baila en plena calle sin importarle el que dirán, se puede decir que uno es completamente feliz.


(Ahora que lo pienso, puede ser que por eso muchos eligen como destino países lejanos, porque allí se muestran totalmente desinhibidos y por unos cuantos días son lo que siempre quisieron ser y no logran ser).


Así inicié el viaje. Respondía a los deseos de un ser muy querido. Aunque había surgido de la noche a la mañana, sólo una cosa estaba clara. En Barcelona me esperaban mis Malucos (locos en portugués), esos seres que danzan por el mundo regalando no sólo arte, sino también muchos mimos, achuchones, besos y risas, pero que muchas risas.


Tener la suerte de compartir viaje con Malucos danza, esa pequeña compañía formada por Carlos Chamorro, es siempre un lujo. Estaban en Barcelona representando "Malucos flamenco" en la sala Versus Teatre. Un espectáculo lleno de simbolismos y ternura, con Camarón de fondo. Subrrealista, irreverente, lujurioso y rompedor. Tiene la magia de cautivar al público, sin palabra alguna sólo música y danza, que sale siempre sonriendo y con ganas de más.

Yo no bailo, mucho menos canto. ¿Qué iba a hacer yo en la compañía? "Ser una maluca más y disfrutar", me dijo Carlos. Lidia, el otro alma mater de la Compañía, enseguida me dio quehaceres. "Atenderás el bar que hemos improvisado y echarás una mano en lo que se necesite, de paso si quieres hacer fotos, hazlas". Así fue como me incluyeron en el reparto: chicaparatodo.


Formar parte de una compañía de danza o de teatro es entrar en un nuevo mundo. Es como traspasar el espejo de Alicia en el País de las Maravillas. A partir del momento que cruzas el espejo el mundo se transforma. He viajado con más de una compañía de teatro y danza, tanto por España como por el extranjero, pero el mundo de Malucos es especial. ¿Qué lo hace tan especial? Carlos Chamorro, su fundador y director. Para él la Danza no es una profesión, es una forma de vida. Chamorro es Chamorro encima y debajo de un escenario. No hay más. Es lo que ves. He trabajado con muchos otros y doy fe que por lo general una vez que se apagan los focos, la magia se rompe.



Para Carlos tan importante es crear una coreografía, como pegar los carteles por la calle. Está en todo, en la música, en el vestuario, en el maquillaje, en la intendencia, en las luces...Siempre tiene claro lo que quiere. No se le escapa nada. Tampoco se le caen los anillos por cargar o descargar la escenografía si es necesario. Es de los pocos coreógrafos, sino el único, que no grita. Rara es la ocasión que pueda perder los nervios.

En Las Ramblas vivíamos como en un gran hermano. Toda la compañía juntos en dos apartamentos. Aunque nos hubiéramos acostado con las primeras luces del alba, despertarse era un placer. Adormilados, con los pelos revueltos y los restos del maquillaje todavía pegados a las pestañas, lo primero que hacíamos era darnos muchos besos y abrazos al desearnos los buenos días. Cada uno se las ingeniaba para entrar en la cocina y prepararse el desayuno. Tal vez, con un poco de suerte, alguno se había bajado a la calle a comprar churros. Sentarnos, sin apenas hablar, alrededor del café y empezar a reír era todo uno. Los recuerdos de la noche vivida no eran para menos. Anécdotas y más anécdotas.


Nadie estaba obligado a nada. Cada uno era libre de hacer lo que quisiera, eso sí, a las cinco en punto había que estar en el teatro. Había días que permanecíamos todos juntos, 24 horas al día. Salíamos a comer a un chiringuito de la playa o hacíamos pasta para todos, eso dependía del bolsillo. Paseábamos entre olas, playas y escaparates. Intercambiábamos modelitos y besos; besos y cigarros, besos y bocatas, besos y lágrimas, besos y vino, besos y más besos.
Hacíamos amigos en todos los bares, en todas las calles, con las putas, con el yonki, con el camarero de la Boquería, con el mimo, con los vecinos, con la señora del metro, con el vendedor de flores o de lotería. Daba lo mismo. Una de las cosas que he aprendido viajando con ellos es que todo el mundo puede ser un artista o un amigo. La gente se quedaba mirándonos por la calle. Discretos, lo que se dice discretos, no éramos ni lo seremos. La alegría hay que gritarla a los cuatro vientos.
Otros días nos desperdigábamos y nos encontrábamos en el teatro. Como en todo viaje es fundamental tener tiempo de desconexión del propio viaje. Perder de vista al que te acompaña para reencontrarte luego y continuar de la mano.



En el teatro, por mucho que la obra ya se haya ensayado y estrenado, siempre hay un ensayo más. Diariamente. Repasar luces, limpiar escenario, coser trajes, pruebas de sonido... Al igual que en una partitura, todas las notas deben estar equilibradas y en su sitio. No puede fallar nada. El público no se lo merece, ha pagado por ver un espectáculo.
A las cinco, te duela el cuerpo o no, estés enfermo o no, se haya muerto tu abuelo o no, lo primero que hay que hacer es calentar. En ese momento, los bailarines se tiran al suelo y comienza su danza interna. Apenas hablan. Se les escucha respirar. Sus cuerpos se doblan como si fueran juncos. Están concentrados. Es como si el tiempo se detuviera en ese instante. Se ajustan las vendas en las lesiones, se masajean el brazo donde ayer sufrieron un calambre... Después empieza el ensayo. Es el periodo de la reiteración. Una y otra vez repiten y repiten los pasos. Corrigen posturas, expresiones, entradas y salidas... No prestan atención a lo que ocurre a su alrededor. El que grita pidiendo un alargador, el que se queja porque alguien ha tocado la mesa de luces, la pesada de las fotos, o si resulta que no se están vendiendo las suficientes entradas.
Después todo se acelera. Apenas queda tiempo para maquillarse, vestirse y salir a escena. Por lo general los camerinos suelen ser lugares estrechos, pequeños, sin mucha ventilación y apenas comodidad. Todo el mundo necesita un espejo donde mirarse. La ropa tiene que estar estirada y a mano. ¿Donde hay un espacio para poder planchar? Pregunta alguien.

Las bambalinas es donde se esconden los misterios del teatro. Entre cajas se vive todo lo que el público jamás verá. Se establece una complicidad de cuchicheos, silencios, risitas, coqueteos y bromas que evaporan el miedo escénico. Según van diseñando sus rostros a golpe de rimel van pensando en el pago de la hipoteca, si se olvidaron de comprar lechuga, si tienen que llamar a casa urgentemente...




Pueden llegar a parecer robots. Toques de colorete, sombra del ojo, pestaña postiza, la horquilla que sujeta la diadema, la media de rejilla... "Quedan cinco minutos", grita el regidor. No están listos. No van a llegar. Se han perdido las narices de payaso y el tutú se ha enganchado y tiene un siete. Lidia les persigue por todas partes. Va dando soluciones a todo el mundo. Carlos empieza a cantar para espantar los nervios y relajar el ambiente. No sé cómo lo hacen, aún estando allí presente. Se sube el telón, encienden las luces y la música invade la platea. Zasss, aparecen en escena y uno inicia el viaje por los aires con el duende de la danza.



En el bar se han acabado las existencias. Repongo corriendo las neveras y me cuelo entre las escaleras de platea. Da lo mismo si lo he visto mil veces. Siempre me sorprenden con algo nuevo y les envidio. ¡Por Dior y Chanel, quiero danzarrr! Contemplo desde allí esos cuerpos que vuelan por los aires, sus pies retumban en el escenario, les tengo tan cerca que siento su respiración agitada. No han parado. Una hora y siguen danzando. Sonríen y juegan con el público. A la gente se la ve disfrutar con ellos. Termina la función y llegan los aplausos. La gente se pone en pie y salen con su nariz de payaso. Les ha gustado y yo soy muy feliz. ¿Una cerveza más?



Al bajar el telón, la función todavía no ha terminado. Hay que desmaquillarse, recoger camerinos, ducharse y salir a cenar. Entretanto Lidia hace recuento de caja. No ha sido un mal día, pero yo me pregunto ¿por qué está tan mal pagado un viaje al País de las Maravillas?


Así fueron transcurriendo los días junto a Malucos. Las noches eran más fascinantes que el día. Bien porque salíamos a quemar las calles, bien porque nos acurrucábamos en el sofá, apretujados viendo cualquier cosa. Otros días nos colábamos en la fiesta de los vecinos. Otros simplemente caíamos en la cama rendidos. Pero antes de irnos a la cama, volvía el ritual de los besos y los abrazos. La alegría de haber compartido un día más.


Con ellos he viajado muchas veces. Hemos recorrido carreteras y pisado escenarios de todo tipo. Con ellos me estrené como guionista para danza en un homenaje a Gloria Fuertes. Con ellos disfruto de Lavapiés, La Latina, La Gran Vía... de cualquier lugar donde nos encontremos, somo felices. Felices por estar así de locos; felices por compartir penas y alegrías, felices por estar juntos. Sobre todo, felices por sentirnos libres y no ser juzgados. Muchos no entenderán estos extraños lazos que se crean. Muchos seguirán pensando que la farándula es un mundo de gente del mal vivir. No es más que envidia de no poder andar sin máscaras por el mundo como un maluco más.


Gracias a Carlos, Lidia, Ana, Pepa, Olga, Raquel, Lola, Bau, Cani,... por ser como sois y hacerme disfrutar tanto en la danza y en la vida. A Carlos, que ahora está preparando su nuevo espectáculo en Rota, le deseo el mayor de los éxitos una vez más.

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6 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Vaya pintas, jajaja. ¿Cómo te dejaste Mar?

7 de julio de 2011, 3:52  
Blogger partyinthebagpack ha dicho...

Muchas veces es mejor dejarse jajajajaja y ser feliz

7 de julio de 2011, 3:59  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Y para cuando un viaje al norte??????? Es verano en Donostia, uno de esos dias grises de mar de acero y playitas de paseo. Las chancletas y los tacones comparten las mismas aceras y las brochetas del Goiz-argi se agolpan en la barra con los txakolis. Hernani no es tan exótico ni sofisticado pero... que cerquita estamos y que alegria sería verte por aquí!!!!! Un fuerte abrazo de la Marilo

7 de julio de 2011, 8:36  
Blogger partyinthebagpack ha dicho...

Tienes toda la razón del mundo. Ahora que tengo casa allí no voy jajajja Pero tranqui porque cualquier día te doy un sorpresa y por supuesto esos pintxos no faltarán. Un beso grande polita

7 de julio de 2011, 9:54  
Anonymous Marga ha dicho...

Qué experiencia tan maravillosa, me das mucha envidia y me alegro un montón por tí. Y las que te quedan... Un besazo! Marga

7 de julio de 2011, 14:33  
Blogger partyinthebagpack ha dicho...

Un besazo a ti por leerme.

7 de julio de 2011, 15:30  

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